viernes, 2 de noviembre de 2007

Vida en espera

Mi vida está en espera en una sala en la que parece soy el único paciente.

Estoy en una larga fila para un proceso burocrático nefasto para el cual nunca traigo todos los papeles.

Unas veces soy escupido por la obesa empleada de ventanilla del destino, y otras más –las muchas- ni siquiera me atrevo a presentar mis documentos.

La vida está en obras y a sí se queda por una huelga de albañiles y peones. Soy un ingeniero que no tiene su respeto, un capataz que les da risa.

Parece que puse la puesta sobre el potro perdedor o que esta carrera está arreglada.

No la tengo a ella, ni a ninguna antes de ella. Tal vez tampoco a ninguna después de ella… ¿Y saben qué? Quizá así debe de ser, no estoy listo… nunca estoy listo. Ya hay muchos que tocan la puerta y yo todavía no termino de bañarme.

Me veo rojo pero aún no estoy bien cocido. Con que hurguen un poco debajo de mi coraza descubrirán que sigo crudo y me tirarán por otro plato.

Todo depende de esto. Todo depende de aquello ¿Es qué he hecho todo por ustedes? ¿Todo esto significa algo? Todo lo que hago es para colmar la copa de alguien más, porque mis ansias terminan desechas en mi puño y sepultadas con cobardía bajo la lápida del miedo.

Acaso mi ticket no será boceado por los parlantes, o es que agarré el último número por pánico o para ver qué pasaba antes.

Hay tiempo, hay tiempo aún… ¿Lo hay? Todos se van a Europa, desde el cándido al idiota. Pero yo sigo aquí con un eterno nudo en la garganta, en el mar mediocre siempre en vela, en la deriva del cobarde, bajo el cielo gris del desasosiego pusilánime, soporífero y anhelante.

U sueño que no se cumple, basado en esperanzas que es mejor no tener. Un trago amargo que no consigo pasar por el gaznate, pero grita solo cuán imbécil soy.

Las miradas condescendientes y las palmadas de suave burla, atraviesan mis defensas para provocar la lluvia cada que el sol se va.

Angustia es el nombre del sentimiento amargo y pastoso asentado en la lengua, mientras su lepra consume gustosa la boca de mis entrañas.

Todo es hermoso a mí alrededor, tus pies blancos y gordos caminan descalzos por el puente que se tambalea al paso de gigantes. Quisiera calzarlos y ver esa belleza más allá del empañado cristal de mis lentes.

No sé nada, la masa de palabras que escribo son una antítesis socarrona de una realidad deprimente y patética. No importa cuánto eleve mi voz, parece que nadie la escucha, o que las palabras no importan. Mejor me callo.

Todo empieza después de… siempre después de…

Aquí me conservo, tierra virgen que espera ser conquistada, revolucionada, y emancipada por caudillos femeninos, trabajos y esfuerzos, y sabios sagaces que construyan una república soberana de esta isla estéril y perdida en la deriva.

Permanezco en cartelera siempre en próximo estreno, en un teatro corriente y sin licencia, con actores malos y un guión sin final.

Eso es lo que pasa, y lo que pasa, y pasa cuando sigo aquí en espera oyendo música a desmoda y leyendo revistas viejas.

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